El valor de una genuflexión
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«Un famoso arquitecto protestante fue a ver una iglesia católica nueva, interesado por el valor artístico. Dado que el párroco no estaba en casa se sirvió del monaguillo para que le enseñara el templo. Al pasar por delante del altar en que se guarda el Santísimo, el chico hizo una genuflexión:
- Oye, ¿por qué haces eso?
Y el chico expuso como pudo la doctrina católica sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
- Entonces, ¿tú crees que Dios está real y verdaderamente presente en el tabernáculo?
La respuesta fue afirmativa:
- ¡Caramba! Si yo supiera que esto es cierto, andaría de rodillas por toda la iglesia.»