Los sacerdotes nos perdonan en el propio nombre
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Los hombres, al perdonar los pecados, muestran su ministerio, pero no ejercen el derecho de un poder; e incluso no perdonan en el propio nombre, sino en el del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ellos ruegan y la divinidad dona; pues el servicio pertenece a los hombres, pero la generosidad pertenece al poder de Dios.